¿PODEMOS COMPARAR A NAPOLEÓN CON FRANCO?

Sinceramente creemos que no, por su ideología, su pensamiento religioso, su comportamiento; porque Napoleón fue todo un dechado de soberbia, de orgullo, de vanidad personal, que le llevó en el colmo de su egoísmo, hasta arrebatar de las manos del Pontífice la corona imperial para coronar a Josefina y coronarse después a sí mismo; porque su vida íntima dejaba mucho que desear; porque no tenía fe ni creencias de ninguna clase; adolecía de falta de sensibilidad, hasta el punto de mandar a fusilar a un niño de nueve años que le censuró en público...

Pero ambos personajes, gloriosos en la historia, pueden tener el tiempo un destino de reconocimiento y fervor popular similar, reacciones a veces inesperadas, que ya se empiezan a vislumbrar en los horizontes de la historia.

Napoleón cayó en desgracia, tras su derrota de Waterloo, y fue vituperado por las calles, sufriendo el mayor descrédito y sus seguidores perseguidos en todos los campos. Luego, poco a poco, la memoria histórica, que como toda memoria es optimista por naturaleza, al transcurrir de los años, hizo que sus fracasos y torpezas se empezaran a olvidar; la luz de la historia y de los recuerdos comenzó a iluminar solamente lo positivo, lo bueno, sus grandes conquistas, sus grandes batallas, sus triunfos y sus glorias humanas.

Y poco a poco, el fantasma de Napoleón, surgió de las sombras del olvido y se fue imponiendo, cada vez con mayor relieve y luminosidad, contemplando, a través de la perspectiva del tiempo, sus indudables aciertos y golpes de valentía, cómo fue presentarse ante el ejército, que al huir de la Isla de Elba se movilizó para detenerlo, y desabrochándose la casaca, gritó: "Soldados, soy vuestro Emperador, disparad aquí". Y todos, sin previa consulta, se pasaron a su bando y se pusieron a sus órdenes.

Con los años se borran los malos recuerdos

Pasó el tiempo y tras su muerte, aquellas estatuas derribadas y aquellos retratos donde aparecía ridículamente disfrazado de emperador, salieron a la luz, volvieron a decorar los salones de los grandes señores, saltaron a los palacios y hasta las pequeñas viviendas de los franceses se honraban con el retrato del que se fue de este mundo arrastrando tras sí el fracaso de su vida... Y los mejores hoteles de Francia cambiaron su nombre, para pasar a denominarse "Hotel Napoleón".

Cuando se escapó de la isla, donde fue confinado, ya se puso de manifiesto en la prensa, esa metamorfosis, siempre cambiante, de las masas y del pobre criterio humano. Escalofría leer el párrafo donde el periódico "El Constitucional", de París, daba cuenta de su fuga de la isla de Elba. Textualmente decía así el día 26 de febrero, día de la fuga de Elba, decía con grandes titulares: "El sanguinario ogro ha abandonado su guarida"; al día siguiente, con motivo del desembarco en la costa francesa, comentaba: "El bandido de Córcega está es Francia"; cuando llegó a Grenoble, decía: "Bonaparte se encamina hacia París"; tres días más tarde rectificaba: "Napoleón prosigue su avance triunfal", a los cinco días justos, dijo: "Mañana hará su entrada triunfal el Emperador"...Y a las veinticuatro horas de esta noticia resumía así la jornada:" Su Majestad Real e Imperial ha llegado, por fin, a la capital de sus Estados". Como vemos se dio de esta forma, en poco tiempo la vuelta a la tortilla francesa. ¿Por qué España, sumida actualmente en la miseria y en el mayor fracaso, político y económico imaginable, no puede dar también la vuelta - en esa sartén del solar hispano convertida hoy en cementerio de empresas - a favor de la tortilla española?

Si Napoleón volvió a ser una gran figura tras su comportamiento y conducta nefasta ¿qué va a ocurrir dentro de poco, con el General Franco, hombre de Dios, instrumento fiel de la Providencia, intachable en su conducta privada y pública y en su formación humana, con una inteligencia iluminada por su fe en Dios, por lo que no se separaba del brazo, como reliquias sagrada, de Santa Teresa?...pocos políticos han estado, tan sometidos, a la observación permanente de amigos y enemigos, tras un exigente microscopio para descubrir en su vida el más pequeño fallo, la más insignificante mancha y no la encontraron, porque no existía.

Si la vuelta a la popularidad de Napoleón fue brillante, la de Franco se está cuajando en la sombra, para manifestarse pronto con un brillo doblemente espectacular.

Franco el libertador

Se trata del soldado que salvó a España de una hecatombe nacional, devolvió la fe a la tierra de María Santísima, fue instrumento providencial de victorias inconcebibles, recogió, destrozada, una patria sumida en la ruina y en el ateísmo más atroz, para conseguir salvarla y elevarla en lo económico, en lo político y en lo social a los más altos honores y grados de prosperidad y de paz. Hizo callar a sus enemigos, que huyeron cobardemente despavoridos y sin fuerzas ni ánimos, para manifestarse en contra; vivió el milagro del combate de Brunete, donde se repitió el prodigio de la batalla de Clavijo, precisamente el día de Santiago Apóstol, cuando surgió, cabalgando, un jinete desconocido, que destrozó, uno a uno, con bombas de mano, todos los nidos de ametralladoras, cambiando, así, providencialmente, la suerte de la batalla perdida. La historia cuenta, que quienes contemplaron el prodigio, a través de los prismáticos, y entre ellos el general Saliquet, le dijo a Franco: " Lo que hemos visto me recuerda la batalla de Clavijo". a lo que el Caudillo, hombre parco en palabras, se limitó a contestar: "Con una diferencia, en esta ocasión el caballo no era blanco".

Cuando por un deber de correspondencia obligada, creó la División Azul, para ayudar en la contienda a Hítler y Mussolini - nuestros aliados frente a los rusos, en nuestra guerra civil - cumpliendo así con un deber de cortesía obligada, y a la vez salvando la neutralidad en la lucha internacional, los embajadores de Madrid salieron huyendo cobardemente de la capital, por considerar a España como nación perdedora en la contienda, por lo que daban por segura la destitución de Franco. Pero Franco se mantuvo solo, frente a todas las naciones vencedoras y vencidas en el poder, y tuvo oportunidad de ver regresar, en poco tiempo, aquellos embajadores, musitando palabras de excusa y de perdón. Franco fue, sangre de españoles, había ganado

Aquella guerra para nosotros incruenta; y a la vez el Caudillo, único destructor del comunismo ateo.

España se consolida y prospera

El oro del Bando de España, se lo llevaron los rojos a Moscú. El país estaba destrozado en todos los aspectos y en todos los órganos vitales de su ser. Pero se restableció y resistió, inesperada y brillantemente. El obrero pasó, en poco tiempo de la alpargata al seiscientos, y la industria española llegó a ocupar uno de los primeros puestos en la categoría internacional. Los embalses llevaron la medicina del aguan a nuestra agricultura paupérrima, que se restableció y creció a gran ritmo, agricultura con la que se han cebado los socialistas actuales hasta arrasarla del todo. La moneda se consolidó en el concierto internacional de divisas.

El trabajo y la producción fue estimulada al máximo, y así se vivieron cuarenta años de tranquilidad, de paz de prestigio y de progreso.

Entonces no se conocía la situación lamentable que hoy está a la orden del día: la corrupción, la violencia - enseñada diariamente, como una asignatura obligada, a nuestra pobre juventud actual - el despilfarro, la falta de seguridad ciudadana, el delito, las drogas y la pornografía, entre otros muchos males.

España era feliz y soñaba con ideales de imperio. Ahora se encuentra arruinada, y hasta el mismo Felipe González considera al Estado en suspensión de pagos y en peligro de quiebra inmediata.

Las exigencias políticas del momento exigía evolucionar hacia fórmulas, aunque siempre fracasadas, de carácter democrático, y Franco se puso en línea, pero inventó para ello, la democracia orgánica, que le concede la representación y el derecho del voto al pueblo, orgánica natural tras la guerra entre hermanos, se convirtió en la de un jefe carismático de un Gobierno y un Estado modelo y ejemplar, logrando la prosperidad, el orden y la paz de todo un pueblo. Y si su vida de fervoroso católico, modelo ejemplar, en todos los aspectos, estuvo cuajada de bendiciones y prodigios, no le faltó, tampoco, esas coincidencias que parecen casuales, de fechas que revelas la marca indiscutible del dedo de Dios, para confirmar y descubrir su presencia divina. Así un tres de agosto tuvo lugar el bombardeo del Hospital de Nuestra Señora de Gracia por los franceses, durante la guerra de la Independencia; en otro 3 de agosto se cumplió la profecía de la M. Rafols, y el Cristo clavado en la pared que nadie pudo desclavar en cien años, conforme figuraba en uno de los escritos de la fundadora, se desprendió solo, cuando la hermana Naya visitó la casa natal y lo tocó suavemente, con su mano; y también en una madrugada de un 3 de agosto fue bombardeado el Pilar de Zaragoza... Otros muchos casos similares podríamos contar.

Lo cierto es, que sin armamento, sin organización, sin aviación, ni medios, Franco se sublevó y ganó la guerra, identificado con los ideales de José Antonio, fusilado en Alicante el 20 de noviembre de 1.936. Y a la misma hora y en el mismo día, cuarenta años después, el General Franco, el Caudillo dictador, contra lo que es normal en los dictadores, moría en la cama, santamente. Había cumplido su misión, como soldado, como político y como patriota.

Conclusión final

Y llego ahora al objetivo de mi artículo: si las estatuas y retratos de Napoleón, a pesar de sus fallos humanos, han vuelto, brillantemente, a Francia, ante el fervor popular, también las del General Franco, derribadas y escondidas, por los enemigos de Dios y de los hombres, volverán pronto a decorar nuestras calles y plazas, porque cada vez su insigne figura, ante el fracaso rotundo de nuestros actuales gobernantes, brilla y reluce y gana adeptos por momentos, en la consideración de nuestra juventud y de los hombres y mujeres de nuestros tiempos con un poco de cultura y sensatez.

Que los políticos actuales se preparen, una vez más, a huir como ratas, ante la figura fantasmal de recuerdos y añoranzas que se vislumbran gloriosas, repitiendo, con su humildad habitual, la misma frase: "Aunque pensé que lo dejaba todo atado y bien atado, la verdad es que no se puede intentar el mando después de muerto. Habéis destrozado mi obra, a cambio de vuestro enriquecimiento personal, y nadie ha protestado ni dicho nada. Sois como niños tontos. La verdad es que no se os puede dejar solos..." Y confiando en el dedo de Dios, que al final siempre dirige los destinos de España, esperamos, con absoluta fe, nos marque la nueva figura, de quien, preparado por la doctrina y las experiencias del franquismo, rompa las amarras del infierno y se presente de nuevo como elegido por el cielo para la renovación y la salvación de nuestra querida Patria. Que así sea.

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