El alzamiento del pueblo de Madrid en el día 2 de mayo de 1808 esun hecho histórico que reviste los caracteres de heroica leyenda. Sólo los sueños de patriótico heroísmo pudieron inspirar al paisanaje madrileño la idea de pretender contrarrestar el poderío de los soldados napoleónicos, vencedores de los ejércitos europeos mejor organizados. Bernardo López García fue uno de los poetas jiennenses más reconocidos del siglo XIX. Su Oda al Dos de Mayo se publicó en 1866.
Oda al Dos de Mayo
  Oigo, patria, tu aflicción,
  y escucho el triste concierto
  que forman, tocando a muerto,
  la campana y el cañón;
  sobre tu invicto pendón
  miro flotantes pendones,
  y oigo alzarse a otras regiones
  en estrofas funerarias,
  de la iglesia las plegarias,
  y del arte las canciones. 
  Lloras, porque te insultaron
  los que su amor te ofrecieron
  ¡a ti, a quien siempre temieron
  porque tu gloria admiraron;
  a ti, por quien se inclinaron
  los mundos de zona a zona;
  a ti, soberbia matrona
  que, libre de extraño yugo,
  no has tenido más verdugo
  que el peso de tu corona! 
  Do quiera la mente mía
  sus alas rápidas lleva,
  allí un sepulcro se eleva
  contando tu valentía;
  desde la cumbre bravía
  que el sol indio tornasola,
  hasta el África, que inmola
  sus hijos en torpe guerra,
  ¡no hay un puñado de tierra
  sin una tumba española! 
  Tembló el orbe a tus legiones,
  y de la espantada esfera
  sujetaron la carrera
  las garras de tus leones;
  nadie humilló tus pendones
  ni te arrancó la victoria;
  pues de tu gigante gloria
  no cabe el rayo fecundo,
  ni en los ámbitos del mundo,
  ni en el libro de la historia. 
  Siempre en lucha desigual
  cantan tu invicta arrogancia,
  Sagunto, Cádiz, Numancia,
  Zaragoza y San Marcial;
  en tu suelo virginal
  no arraigan extraños fueros;
  porque, indómitos y fieros,
  saben hacer sus vasallos
  frenos para sus caballos
  con los cetros extranjeros. 
  Y aún hubo en la tierra un hombre,
  que osó profanar tu manto.
  ¡Espacio falta a mi canto
  para maldecir su nombre!
  Sin que el recuerdo me asombre,
  con ansia abriré la historia;
  presta luz a mi memoria,
  y el mundo y la patria a coro,
  oirán el himno sonoro
  de tus recuerdos de gloria. 
  Aquel genio de ambición
  que, en su delirio profundo,
  cantando guerra, hizo al mundo
  sepulcro de su nación,
  hirió al ibero león
  ansiando a España regir;
  y no llegó a percibir,
  ebrio de orgullo y poder,
  que no puede esclavo ser,
  pueblo que sabe morir. 
  ¡Guerra! clamó ante el altar
  el sacerdote con ira;
  ¡guerra! repitió la lira
  con indómito cantar:
  ¡guerra! gritó al despertar
  el pueblo que al mundo aterra;
  y cuando en hispana tierra
  pasos extraños se oyeron,
  hasta las tumbas se abrieron
  gritando: ¡Venganza y guerra! 
  La virgen, con patrio ardor,
  ansiosa salta del lecho;
  el niño bebe en su pecho
  odio a muerte al invasor;
  la madre mata su amor,
  y, cuando calmado está,
  grita al hijo que se va:
  "¡Pues que la patria lo quiere,
  lánzate al combate, y muere:
  tu madre te vengará!" 
  Y suenan patrias canciones
  cantando santos deberes;
  y van roncas las mujeres
  empujando los cañones;
  al pie de libres pendones
  el grito de patria zumba
  y el rudo cañón retumba,
  y el vil invasor se aterra,
  y al suelo le falta tierra
  para cubrir tanta tumba! 
  ¡Mártires de la lealtad
  que del honor al arrullo
  fuisteis de la patria orgullo
  y honra de la humanidad.
  en la tumba descansad,
  que el valiente pueblo ibero
  jura con rostro altanero
  que, hasta que España sucumba,
  no pisará vuestra tumba
  la planta del extranjero!