Señor: 
  Las palabras españolas que subrayáis en la inestimable carta que 
  acabo de recibir me inducen a escribiros en mi propio idioma, ya que se me hace 
  sumamente difícil expresarme con alguna corrección en lenguas 
  extranjeras.
  Ante todo, un millón de gracias por la bondad que habéis tenido 
  de enviarme un ejemplar de la obra en que tan denodada y profundamente habéis 
  sondeado los abismos de esta sociedad moribunda. Con su lectura he sentido gran 
  tristeza y mucho gozo a la vez: suma tristeza, a vista de las grandes y formidables 
  catástrofes que en ella reveláis, y sumo gozo, ante la manifestación 
  sincera de toda la verdad. La verdad, aún cuando es triste, es siempre 
  deliciosa.
  Mis opiniones y las vuestras son casi idénticas. Ni vos ni yo tenemos 
  esperanza. Dios ha hecho la carne para que se corrompa, y el cuchillo para cortar 
  la carne corrompida. Estamos tocando con nuestras propias manos la mayor catástrofe 
  de la Historia. En el momento actual, lo que veo ya con claridad es la barbarie 
  de Europa y de su despoblación dentro de poco tiempo. La tierra por donde 
  ha pasado la civilización filosófica será maldecida: será 
  la tierra de la corrupción y de la sangre. Después vendrá...lo 
  que habrá de venir (2).
  Nunca tuve fe en la acción política de los buenos católicos. 
  Todos sus esfuerzos encaminados a reformar la sociedad por medio de asambleas 
  y de Gobiernos serán perpetuamente inútiles. Las sociedades no 
  son los que son porque hayan sido constituidas en el ser y estado que tienen 
  por Gobiernos y asambleas, sino, al contrario, las asambleas y los Gobiernos 
  son lo que son porque la sociedad que rigen es lo que es. Sería, pues, 
  necesario invertir el procedimiento, empezando por reformar la sociedad y después, 
  valiéndose de la sociedad ya reformada, reformar sus instituciones.
  Pero ya es tarde. Lo único que hay que hacer de ahora en adelante es 
  salvar almas sustentándolas, para cuando llegue el día de tribulación, 
  con el Pan de los Fuertes.
  Mientras tanto, nada más grato personalmente para mí ni que más 
  me honre que lograr la aprobación de un sujeto tan eminente como vos 
  y ponerme en relaciones con vos mismo con ocasión de los cataclismos 
  europeos.
  Suplícoos encarecidamente que aceptéis la expresión de 
  mi reconocimiento, etc. 
  Valdegamas 
  
  (1) Monseñor Jean Joseph Gaume era vicario general de la diócesis 
  de Montauban. Escritor brillante , había enviado a Donoso una suya a 
  Donoso. Esta era la carta de contestación. 
  (2) El tono apocalíptico y profético en los escritos fue frecuente 
  en la época romántica. Aunque en Donoso no era pura forma literaria, 
  sino verdadera convicción.